domingo, 3 de abril de 2011

Modelos de salud.

“Hay una grieta en todas las cosas.
Así es como entra la luz”.

Leonard Cohen


Modelos de salud


Somos seres complejos, viviendo en un mundo complejo.

Nuestro sistema nervioso tiene entre 22.000 y 100.000 millones de neuronas, dependiendo del género y de la edad.

Si cada neurona tiene un promedio de 10.000 contactos sinápticos, pensemos el número de sinapsis que resulta si multiplicamos este promedio por la cantidad de neuronas que poseemos. Esto se manifiesta en una gran capacidad de resistencia y adaptación a diferentes situaciones.

Las emociones también son protagonistas en nuestras vidas. El estado afectivo está relacionado muchas veces con la aparición y evolución de enfermedades. Hace ya muchos años que la medicina ha comprobado la intervención de las emociones en enfermedades como el asma, la psoriasis y la úlcera gastroduodenal. No podemos explicar la aparición de una enfermedad sólo a causa de los microbios o por la predisposición genética: si bien éstas son condiciones necesarias, no son suficientes. El estado afectivo del paciente está relacionado con sus defensas y puede proporcionar un terreno fértil para que una enfermedad evolucione.
También nos conforma la sociedad en la que vivimos, la cultura en la que estamos inmersos. No somos seres independientes; desde el momento en que nacemos dependemos de otro para sobrevivir. No podemos concebirnos aisladamente. Ya Aristóteles decía que "El ser humano es un ser social por naturaleza (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios."

Sin embargo, hoy nuestra cultura promueve la ruptura de los lazos sociales e incentiva el individualismo, en tanto concibe a la autonomía como un índice de salud mental.

La investigación médica llega niveles nunca antes alcanzados gracias a las nuevas tecnologías, que así aplicadas conllevan una gran deshumanización.

Se profundiza el estudio del cuerpo, que resulta de este modo un mero recipiente que contiene la enfermedad; ésta, así, se despersonaliza. Los médicos casi no tienen formación humanista.

Se vive más pero no mejor.

Se imponen criterios cuantitativos: todo es medible, se ordena en grillas y se etiqueta.

El DSM, que clasifica las diferentes patologías de pretendida validez universal, funciona como una versión moderna del lecho de Procusto.

Se disciplina lo real y se lo ordena, pretendiendo desterrar así paradojas o incertidumbres.

Éste es el modelo hegemónico hoy, en Occidente, que con su visión del mundo instituye maneras determinadas de pensar la enfermedad.

Pero no hay sólo un tipo de medicina: este modelo constituye solamente una práctica médica que pretende tener validez universal, basada en el utilitarismo, en la generalización, en la sobrevaloración del dato cuantitativo, en un excesivo tecnicismo, en la fragmentación. Así, se convierte en un conocimiento que se separa de la experiencia y pierde su capacidad reflexiva, quedando al servicio del mercado.

Occidente se ha manejado con una lógica binaria etnocentrista que niega la diversidad; al oponer los saberes académicos a los populares produjo una jerarquización que opera sutilmente como disciplinadora.

La razón no es inherente al pensamiento: ha sido inventada, es una construcción sociohistórica que se convirtió en eje y fundamento de la cultura occidental. (Chatelet)

Ésta se concibe a sí misma como universal, racional y verdadera. La visión que corresponde a este modelo es la esperanza de un mundo mejor basado en el progreso guiado por la razón.

Esa visión hoy ya no se sostiene; el futuro se percibe como amenazante.

Mientras escribo esto, en Japón hay emergencia nuclear, como consecuencia de un terremoto y posterior tsunami.

En Europa, por primera vez en muchos años, los jóvenes creen que vivirán peor que sus padres.

Vivir en crisis ya es lo cotidiano, es la forma de vida. Estamos dominados por las pasiones tristes, pasamos de creer en nuestra omnipotencia a sentirnos impotentes ante la complejidad del mundo en el que vivimos.
Frente a este panorama, nuestro desafío actual es poder corrernos de las etiquetas y defender la multiplicidad; conectarnos con nuestros deseos y poder desarrollar nuestra potencia; permitirnos transitar nuestras debilidades, incertidumbres y contradicciones.

Y atrevernos a generar vínculos pese al mandato disciplinante de autonomía, crear desvíos a lo hegemónico y recuperar el concepto de comunidad –que es lo común con los otros, con el entorno y con nosotros mismos– respetando la multiplicidad.

2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo, necesitamos un nuevo modelo relacional que reconstruya y refuerce las redes, porque es así como el ser humano sobrevivió a su inferioridad física comparado con otros aninales.Ahora tenemos no solo la posibilidad, sino la responsabilidad de actuar en función del bien de todas las especies y del planeta.

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  2. Gracias Daniel por tu comentario. Creo que tenemos que encontrar esas grietas que nos permitan desarrollar nuestra potencia y solos no podemos.

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