domingo, 18 de septiembre de 2011

EL CUERPO

El cuerpo tiene una historia. En todas las sociedades ha cambiado  su concepción, su importancia  social, su presencia en el imaginario y en la realidad.

Si pensamos en la importancia de la gimnasia y el deporte en la antigüedad greco-romana, no podemos fácilmente asimilarla al  ascetismo monástico medieval.

Foucault habla de “cuerpos dóciles” y dice que el poder les impone coacciones, interdicciones y obligaciones.

Habla de una anatomía política como mecánica del poder.

La disciplina a través de las instituciones familiares, escolares, carcelarias y hospitalarias, fabrica cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos dóciles.

Aumenta las fuerzas del cuerpo en términos económicos de utilidad y las disminuye en términos políticos de obediencia.

Cambian las significaciones imaginarias en cada época  en relación a los cuerpos, los discursos y las prácticas difieren, pero siempre se dice qué tienen que hacer, dónde y cómo tienen que estar.

Foucault habló ya en los 70  de un cambio de modelo de las sociedades disciplinarias y el panóptico hacia la biopolítica, explicando como ésta se ocupa de la vida biológica de los pueblos y de cómo los cuerpos son interpelados por el poder.

Nikolas Rose dice que el poder ya no vigila los cuerpos, sino que  los optimiza detectando riesgos futuros, configurando un modelo en el cual somos todos “enfermos presintomáticos”. 

Explica cómo la biopolítica contemporánea se ha convertido en “política molecular”, interviniendo el cuerpo para cambiarlo y maximizarlo.

Nuestra corporalidad se desarrolla en la cultura, como lo hace nuestro aparato psíquico por nuestra naturaleza social.

El cuerpo humano no es algo “natural” sino que se construye en un proceso de interacción con el entorno.

A lo constitutivo (factores hereditarios y genéticos) le debemos sumar las experiencias  del intercambio entre el individuo y su entorno. Este entorno está conformado por el medioambiente físico y la cultura.

Dentro del sistema cultural está incluido el subsistema familiar que también trasmite sus creencias, a través del lenguaje verbal y del lenguaje no-verbal, dejando una impronta fundamental.

Nuestras  experiencias tempranas son las primeras marcas sensoriales que recibimos y nacen del diálogo  con nuestra mamá., los bebés son dependientes, necesitan afecto, caricias, protección y amparo. El contacto corporal es imprescindible para sobrevivir. 

La cultura influye en los rituales del cuerpo como los hábitos de higiene, los modelos de belleza, la forma de vestir, los gestos, las posturas, la forma de andar  y en cómo se expresan los síntomas.

El cuerpo es una construcción subjetiva en la que se integran aspectos individuales y colectivos.

Al relacionarnos con los otros nos constituimos como humanos incorporando el lenguaje, los usos, costumbres, tradiciones, creencias, modos de acción de la cultura en la que vivimos.

Construimos la idea de nuestro cuerpo y también del ajeno por las experiencias que derivan de la interacción de las variables genéticas y hereditarias, culturales, sociales y ambientales.

Así se desarrolla nuestro lenguaje corporal que incluye gestos, posturas, movimientos, formas de tacto y de contacto, formas de expresar nuestros síntomas y enfermedades.

Nuestro cuerpo habla.

El 55% del significado de cualquier mensaje proviene del lenguaje corporal visual (expresión facial, gestos, postura,); el 38%, del elemento vocal, del modo en que se dicen las palabras tono, velocidad e inflexión); y el 7% restante es el que se refiere a las palabras, al contenido del mensaje en sí.

Los principales movimientos que podemos observar son los faciales, los gesticulares y los de postura, que se entrelazan entre sí.

Cada gesto es como una  palabra y puede tener varios significados. Sólo cuando  forma parte de una frase, puede entenderse, por eso podemos hablar de frases gestuales.

“Mi cuerpo es la fuente  de toda la información vital que  me abrió el camino hacia una mayor autonomía y autoconciencia. Solo cuando admití las emociones que tanto tiempo llevaban encerradas en mi cuerpo y pude sentirlas, fui liberándome poco a poco de mi pasado.” dice Alice Miller en El cuerpo nunca miente.

El cuerpo sabe lo que nos falta, lo que necesitamos, porque lleva en su interior la experiencia de toda nuestra vida.

Guarda memoria de todo lo que hemos vivido, de nuestras emociones reprimidas, de nuestros miedos que no son conscientes.

El cuerpo está en permanente construcción, lleva sus marcas biológicas, pulsionales, sociales, culturales, pero es también capaz de dejar sus marcas en esa misma sociedad.

Obedece y acata, pero también transgrede, resiste y establece líneas de fuga.

Es un territorio que invita a  ser explorado con amorosidad y cuidado, desde la sensopercepción, la experimentación y la expresión, alejándonos del modelo basado en el rendimiento, la eficiencia y determinados parámetros de belleza para poder conectarnos con nuestro deseo.

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